La IA ha evolucionado rápidamente, planteando preocupaciones sobre su impacto adictivo y social. Se necesita regulación para equilibrar sus beneficios y riesgos y fomentar interacciones humanas saludables. Artículo publicado en technologyreview.es y recomendado por Digital Skills Institute el 2 de diciembre de 2024.
La inteligencia artificial (IA) ha avanzado de manera extraordinaria en las últimas décadas, desarrollándose en áreas que nos eran inimaginables hace no mucho tiempo. Sin embargo, a medida que la tecnología evoluciona, surgen preocupaciones urgentes sobre su impacto en la sociedad. Una de las cuestiones emergentes es el potencial adictivo que pueden tener las interacciones con sistemas de IA, una problemática que se perfila considerablemente grave al mirar hacia el futuro.
La IA ofrece una tentadora ilusión de compañía humana a través de simulaciones de interacciones con amigos, amantes o incluso terapeutas. Herramientas como ChatGPT han desvelado comportamientos que ponen de manifiesto el establecimiento de relaciones complejas con estas inteligencias. El fenómeno no es solo una hipótesis; investigaciones han corroborado que una de las aplicaciones más comunes de estas tecnologías es el juego de rol sexual. La facilidad con la que estas interfases pueden mimetizarse en la realidad está haciendo que muchos usuarios prefieran estas relaciones digitales por encima de las interacciones humanas reales.
El desarrollo de sistemas adictivos de IA es en muchos aspectos comparable a las dinámicas que han hecho a las redes sociales tan atractivas. Mientras que estas últimas se han limitado por la capacidad humana para generar contenido, la IA generativa puede crear de forma continua y adaptativa. Brinda a cada usuario una retroalimentación personal y persuasiva, adaptándose con precisión a las preferencias individuales y generando una corriente constante de contenidos que pueden resultar sumamente adictivos.
A pesar de los beneficios que podría ofrecer este tipo de tecnología como una compañía accesible y siempre disponible, surgen preocupaciones significativas sobre la salud mental y social de los individuos. Las interacciones repetidas con sistemas aduladores, que no tienen deseos o ambiciones propios, pueden amortiguar nuestra capacidad para interaccionar profundamente con otros humanos. Esto podría fomentar lo que los expertos describen como "trastorno de apego digital", una condición donde las personas prefieren la interacción digital frente a la humana, debido a su simplicidad y satisfacción inmediata.
El tema adquiere un grado adicional de complejidad cuando se examinan los incentivos económicos detrás del desarrollo de estas tecnologías. Las plataformas digitales están diseñadas estratégicamente para maximizar la participación del usuario, una práctica comúnmente referida como "patrones oscuros". Si estos mismos principios se aplican al diseño de compañeras de IA, se corre el riesgo de crear sistemas irresistiblemente adictivos. Esto plantea un desafío deliberando sobre dónde debemos trazar la línea entre la libertad personal y la necesidad de evitar daños significativos a nivel social.
En términos de regulación, es imperativo que desarrollemos una comprensión más profunda de los riesgos que implican estas tecnologías desde los campos de la psicología y el derecho, así como de los incentivos económicos que impulsan su creación y comercialización. Podrían implementarse estrategias innovadoras tales como un impuesto sobre la interacción con IA que fomente el uso responsable y promueva interacciones de calidad superior. Estos impuestos podrían financiar actividades que incentiven la conexión humana, como la creación de espacios sociales y culturales.
Además, se hace necesaria una nueva regulación que aborde estos dilemas éticos sin coartar la libertad individual de los usuarios. Podemos inspirarnos en los métodos usados para desincentivar hábitos peligrosos, por ejemplo, utilizando advertencias similares a las de las cajetillas de tabaco que informen sobre los peligros potenciales de la adicción a la IA. Diseñar interfases más transparentes que permitan evaluar la veracidad y ética de sus usos también es crucial para reducir la desinformación y las adicciones tecnológicas.
La cuestión sobre cómo debemos integrar la IA en nuestras vidas diarias es esencial y cada vez más urgente. La interacción humana no puede ser completamente duplicada por la tecnología; por tanto, es crucial establecer un equilibrio entre disfrutar de sus beneficios y reconocer los límites que no deben ser cruzados para mantener la salud social y psicológica. La investigación interdisciplinaria permitirá que podamos prever y mitigar los riesgos mientras aprovechamos las posibilidades futuras de la IA.